Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

leda valladares
ENTRE BALADAS Y BAGUALAS
Cuando en 1964 se editó Solamente, un disco con canciones de Leda Valladares, el boom de los baladistas aún no se había producido en Buenos Aires. Pero muy pocos tuvieron el olfato de advertirlo, y, más tarde, de recordarlo. Este mes, aquella placa volverá a reeditarse con otro título: Canciones de Leda Valladares, porque la trovadora ya tiene carta de ciudadanía en el país de los sueños, un certificado que sólo sirve para testimoniar el reconocimiento de una realidad existente desde que Leda es Leda.
Menuda, grácil, con unos “ojos claros, serenos” como los pensados por Gutierre de Cetina, vivió la semana pasada una charla informal con primera plana. En su departamentito de French al 2900, plagado de cacharros del Norte y artesanías populares, entremezclados con una reproducción de la Iglesia de Anvers pintada por Van Gogh, las obras completas de Aristóteles y libros por todas partes, una fotografía de Rimbaud adolescente apunta su nostalgia, la misma que lleva a la autora por los caminos de la evocación, la ternura, es decir, por la poesía, la canción intimista y, por sobre todas las cosas, el folklore. Con su tonada tucumana (jamás la abandona, como para recordar que hasta sus tatarabuelos son criollos de lejano origen español), Leda explica: “Practico el salvaje ascetismo de la baguala, obra maestra del pueblo, y la intimidad de la balada, como dos extremos desnudos de la canción, yacimientos de la humanidad que me son indispensables”. Porque para ella la desnudez que procura, esa ausencia total de lo barroco, ese vacío soñado “porque es el mejor paisaje de una música”) se da por igual en ambas orillas del canto, aunque una y otra parezcan lejanas y desunidas. “Defiendo el nudismo musical y poético —canturrea con su vocecita suave—; cuando compongo baladas, o escribo, me confundo en temas obsesivos e insistentes. Me sumerjo en el foco, en la veta que provoca lo abismal. Entiendo que hay que calcinarse primero y después resurgir.”

FOLKLORE Y FOLKLORE
La realidad evidencia que existen varias significaciones del folklore. Para algunos es el canto estilizado por poetas y músicos (anotados en los padrones de SADAIC) que detectan ritmos y melopeas populares, y las revisten, muchas veces con acierto, de adornos y artificios técnicos más recientes. Para otros, es el misterio insondable de lo primitivo y una razón para desentrañarlo científicamente en teorías y acotaciones etnomusicológicas. Sin embargo, para Leda suena algo distinto: “Yo no soy folkloróloga ni cientificista en materia de recopilación. Simplemente, me manejo a fuerza de olfato y arranco las raíces de la provincia para gozar lo que somos, para que gocemos a conciencia de los misterios nuestros, enterrados por los valles y los campos. Después desparramo el canto colectivo, la mejor forma de aprender a utilizar nuestras reliquias e incorporarlas a nuestra música cotidiana”.
Grabador en mano, Leda viene desde hace 5 años recorriendo el país. Dentro de muy poco estará en condiciones de haber realizado el mapa musical argentino, desde La Quiaca a Tierra del Fuego. Va a los sitios donde el campesino o el indígena celebra sus fiestas. Se suma a ellos y canta con ellos. Y la reciben “porque sienten que no soy una intrusa, sino más bien alguien que los quiere y los comprende”. Así consiguió apilar cantidades de rollos con cantos y danzas anónimas que la tradición oral fue conservando entre generaciones, un material que pasa luego al disco (ya lleva impresos ocho y confiesa que le bastarían otros cuatro para completar sus afanes).
Ella recoge aquellas reliquias del pasado, las selecciona y las difunde, pero no con la simple intención de llegar al documento. Si lo roza, ya es bastante pero no lo suficiente. Procura que esos cantos se respeten íntegros y puedan cantarse colectivamente. Sabe que todo el folklore argentino es para una o dos voces, apenas, salvo el que practican las comparsas carnavaleras de los valles calchaquíes. Por ello les dedicó uno de sus últimos registros: Nosotros, en el que aquellas bagualas, tonadas y vidalas colectivas aparecen en su faz original, en compañía de versiones actuales cantadas por cinco mil niños de las escuelas tucumanas. “Les doy la letra y les marco el ritmo con un bombo o una caja; entono la melodía que siempre es simple, y terminamos todos interpretando lo mismo. La experiencia es extraordinaria —se enfervoriza la juglaresa—; me encantaría poder llegar a repetirla en un estadio o en las plazas de Buenos Aires con toda la gente que pase en ese momento.”

LA HORMIGUITA VIAJERA
La primera vez que Leda actuó como cantante profesional fue en 1950, para la Radio Nacional de Caracas. De allí pasó a la Universidad de San José de Costa Rica y otros predios del Caribe. Dos años después, una prueba feliz, ante un jurado exigente, le permitió ingresar, con su partenaire de aquellos años locos, María Elena Walsh, al cabaret literario de París. Fueron cuatro temporadas “en las que cantamos diariamente sin tener un solo día de descanso”. En La Guitare, en La fontaine de quattre saisons, en L’écluse (un exquisito rincón para refinados, donde iniciaba en esos momentos su carrera nada menos que Charles Aznavour), el dúo Leda y María impuso el carnavaleo. Sobrevino luego el retorno a Buenos Aires, en el 56. Y de allí el recital y la ascensión de ambas, pero por caminos diferentes aunque igualmente válidos.
La semana pasada, Leda terminó su programa Folklore centenario y Buenos Aires en el Canal 7, junto a su inseparable Anastasio Quiroga y al cuarteto Cabrakán. Otro programa anterior, Los Mejores (alternó con Piazzolla, Vinicius de Moraes y Oscar Araiz, entre otros), le valió un lugar destacado en el video porteño. El canal oficial gestiona ahora la ubicación de estos tapes en París y Berlín para la temporada próxima. La agenda de la hormiguita tiene anotadas otras zarabandas: mientras aguarda la llegada de las Canciones de Leda Valladares, prepara la reedición del espectáculo que algunas semanas atrás ofreció en el Regina, Folklore de Rancho y Rascacielo, para abril. Un mes que le promete el lanzamiento de su tercer libro de poemas, Camaina, y un nuevo recital con baladas propias (se conocerá con el título de Canciones fanáticas). Algo para demostrar que la pasión de Leda por el canto de la tierra no la limita en el juego de su amor sino que la complementa y la sostiene, porque en la intimidad es “donde uno se despacha con todos sus antojos”. Serán todas nuevas, pero no de protesta; a lo sumo, de comunicación. Una búsqueda de las generaciones contemporáneas, dócil a la sensibilidad del poeta. Máxime, como en el caso de Leda Valladares, cuando el hombre se busca en el contorno de su propia tierra encontrada. “Ando diciendo que hay que descubrir América —Leda dixit—, explorarla en sus cantos, en sus ritmos y sus fascinantes instrumentos. Nos espera un continente musical, nuestro y querible. Debemos ponerle el oído, como quien ausculta un enorme pecho.” Con un enorme corazón.
RODOLFO ARIZAGA

-*recorte en la crónica*-
LEDA POR LEDA = LEDA
Nací con la nada puesta y los ojos muy celestes.
Poca sombra y cien latidos y una tristeza demente.
Esta tristeza criolla que se hereda de los patios y los sauces, que se cobija en el desamparo de las vidalas y en la baguala abismal.
Viajando por cerros y mares recojo la cara del mundo, su entretela humana. En los pueblos perdidos de los Andes conozco el ancestro que hoy nos gobierna, su voz desmesurada. Cuatro años de París, mientras canto con María Elena Walsh, vidalas y zambas me enseñan a escuchar cómo se grita en verso y melodía la soledad humana. Aprendo al lado de Jacques Brel lo que es andar por el mundo con el escudo de la canción.
Bolivia, Perú, Venezuela, América Central me señalan de dónde vengo, para dónde voy a golpe de flautas y tambores, de cantos desorbitados bajo cielos radiantes. A mí me embrujaron las voces cantoras de este continente, las salvajadas musicales de estas tierras de enormes paisajes. Soy la posesa de estos cantos que trepan por la sangre y los huesos. Por eso ando con la canción a cuestas, extracto solar y centro de todas las magias. Ella me ampara, me conduce, me lleva a las fuentes de la vida. Por ella me arraigo en mi tierra mientras América sube por mis venas.
Por la baguala y la vidala asoman la prehistoria del alma en cueros, el ascético dramatismo de nuestros pueblos. Entremos sin miedo a su escalofrío.
LEDA VALLADARES
9/11/71 • PRIMERA PLANA 419 •

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba