Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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LENGUAJE EL PORTEÑO Y SUS ANIMALES Por Roberto Jorge Santoro El hombre siempre tiene al animal presente, es decir, siempre hay un animal en su vida. Viene con la cigüeña y para homenajearlo le regalan animalitos. Gatea; canta que todos los patitos se fueron a bañar, y después pide su cuento preferido: el del lobo que se quiere comer a Caperucita. Pero lo engatusan; entonces quiere tener un perro o un canario y termina remontando langostas. Si juega al rango y está agachado, es la burra. Además en este juego se cuenta la historia de una chiva que se pierde y después se encuentra y a la cual uno le habla y la chiva le contesta. Pero con tal de no verlo potrear todo el día porque es una ardilla, lo llevan al cine a ver al Pato, al Gato y al Ratón. Es decir, de niño, sus poesías y sus cantos se pueblan de animales. Vive de la fábula. De grande, él es el animal que quiere poblarse de hombres; quiere matar a la fábula y como no puede, confabula. Busca entonces venganza y se hace domador, inventa jaulas, crea el DDT, hace trampas, llega a viejo Vizcacha, quiere ser veterinario en contra, pero interiormente desea llegar a ministro de hacienda y cuando muere ilustre, en la estatua se hace acompañar del caballo. No hay caso, siempre tiene al animal en un rincón del corazón. Todo ordena consumir más pescado, vacunar al perro, denunciar animales en la ruta, guerrear a las moscas. Y no le resulta. Saca animales de cualquier cosa. De un palo de escoba saca un caballo. De la sopa, siempre saca alguna mosca. Si falla cuando canta, saca un gallo. Si escupe, un pollo. Intenta una vez más. Quiere acomplejar al animal. Lo quiere molestar, desaparecer. Entonces inventa la honda, la corrida de toros, la yerra, la riña de gallos, la doma, la caza, la red. Pero el único enredado resulta é!, y si antes se pavoneaba, se emperraba, ahora se eriza, se escama, se enchincha y por fin termina achicharrado. Entonces juega a juegos de animales: la oca, cachurra montó la burra, la gallina ciega, el sapo, la pata coja, Martín pescador, la loba, el pato, los burros. Y siempre le meten el perro, siempre le dan gato por liebre, siempre le hacen muía. Pero ya no se revela. Está rodeado. Antes, el error fue entusiasmarse demasiado con el caballo de Troya. Ahora el error es entusiasmarse demasiado con el caballo que le pasan. Siempre es igual. Al principio fue el paraíso con la serpiente. Luego, Ícaro, el buey Apis, Noé, Jonás, los Reyes Magos, los fabulistas, la paloma de la paz, los hombres ranas, el circo, el festival de Cannes, la sociedad protectora de animales, las exposiciones rurales, y todo lo que al final de cuentas trae cola. El tendió las redes, pero el animal se le coló por los cuatro costados. Ahora, sus favoritos en todos los aspectos serán animales. En el fútbol, gritará por Tigre, por los calamares, los pincharratas o los bichos colorados. En las carreras, por el Pulpo o el Yacaré; por el Aguilucho o las Liebres. En boxeo, por los gallos, los plumas o los moscas. En natación, por el Tiburón de Quillá o los mariposas. En política, discutirá por el Peludo, por la tortuga o por los gorilas. Si le gusta la música, tendrá por favorito al Zorzal criollo, al Gorrión de París o al Ruiseñor de las calles porteñas. Y en los conjuntos folklóricos, a los Chalchaleros, a los Chilicotes o a los Coyuyos. Y en otros conjuntos elegirá a los Aguilas, los Animales, los Bambis, los Búhos, los Bichos, los Ballenatos, los Bull-dogs, los Bestias, los Crazy Cats, los Delfines, los Dragones, los Gatos Negros, los Gatos Salvajes, los Halcones, los Leopardos, los Patitos, los Pelicanos, los Ratas, los Tigres, los Vampiros. Y en los bailes se moverá con el can-can o el gato. Y esto, a vuelo de pájaro. Por eso, de tanto hablar por boca de ganso, cayó en la del lobo, y ahora sabe que en boca cerrada no entran moscas y que más vale pájaro en mano que cien volando. Entonces se le pone la piel de gallina y arrastra el ala y lo despluman —que no es moco de ganso— y aunque no está para esos trotes, se cae como peludo de regalo y sale vivito y coleando. Otras veces, por una gansada. se pone chivo, con una canina bárbara o una locura galopante, y aunque no le da el cuero, se agarra a patadas y lo dejan mosca, entonces, dormido, cuenta ovejas. Cuando le gusta el alpiste, se agarra unos peludos bárbaros, y después de largar los chanchos, termina al fin durmiendo la mona. Hay veces que se hace el picaflor o el perro faldero, pero llega un día en que el chivo cae en el lazo, y él, que era un gavilán para los amigos, resulta que ahora es un pescado. Entonces llora lágrimas de cocodrilo porque la mujer lo tiene al trote y él dice que lleva una vida de perros y labura como una hormiga. Cuando se cansa de echar los bofes afuera como un burro de trabajo y parece un pollo mojado y se apichona, quiere volver a su casa para apolillar, pero resulta que tiene que llevar a potrear a los pibes porque parece que tuvieran hormigas en el cuerpo y la sacan de las casillas a la madre. Y a la vuelta, comen como chanchos que tienen la lombriz solitaria y revientan como sapos y hay que llamar al tordo. Sus amigos, claro, nunca lo invitan porque él se viene con toda la cría. Pero es sabido que el que come y no convida tiene un sapo en la barriga como también que el pájaro que comió, voló. El asunto es que siendo cuatro gatos locos, no se conforman con un bife a caballo y quieren la chancha y los veinte. Cuando se cansa de correr la liebre o la coneja, se hace el zorro y pega el zarpazo, hace una chanchada y por supuesto, cae como un chorlito, yendo derecho a la leonera junto con otros pájaros de cuenta, y se las tiene que ver con los aves negras, algunos de bigotes anchoítas, que le chupan la sangre como vampiros. Entonces busca ser alguien e incurre en zorro gris, y fuma como un murciélago y las preocupaciones en la tropilla de gente que va y viene lo dejan flaco como una lombriz, entonces la gente lo mira y él pregunta si tiene monitos en la cara. Otras veces que no hay que levantar la perdiz, él para no meter la pata, cierra el pico o no dice ni mu, que es como si los ratones le hubieran comido la lengua. Cuando llega el momento de pagar, él que está avispado, especula con hacerse el chancho rengo, pero los otros que no son ningunos marmotas le dicen que no se haga el oso y si llega a cacarear o se quiere hacer el rana, lo hacen volar o directamente lo sacan volando. Cuando hace la milicia, él sabe que allí rige la ley del gallinero y que ninguno se puede hacer el gallito porque le bajan el copete. Aunque siempre monta en cólera, tiene que hacer de tripas corazón porque allí son tercos como una muía y con los saltorranas, te hacen bailar en una pata. Pero él piensa que a cada chancho le va a llegar su San Martín y que ya se va a rascar las tripas y va a dormir como un lirón. Cuando se la pasa todo el día entre libros como una rata de biblioteca, lo dan de ejemplo y dicen que es una monada. Pero si se deja la chiva, está más loco que una cabra o tiene pájaros en la cabeza. De lo que se desprende que si es la mosca blanca y se pavonea, ya hay alguno que le quiere romper la trompa. En la oficina, su preocupación principal es preparar la polla y andar a la pesca de algún chanchullo que le pasa uno que corta el bacalao. Hasta que un día, uno que era medio gallina y en las huelgas resultó un carnero, hizo de chivo emisario y después de ponerlo de patas en la calle por culpa del buey corneta, lo enjaularon. Pero aquí no termina la cosa. A pesar de ser un asunto de poca monta, a él que por lo chueco, siempre le dicen que dejó el caballo en la esquina, y las preocupaciones lo están poniendo tordillo, se le ocurre meterse en un negocio que según dice va a ser la gallina de los huevos de oro o le va a dar como una vaca lechera. Pero lo hacen caer en la ratonera y otra vez le da la tiña porque lo dejaron en la rama y tiene que volver a yugaría como un buey. Y aunque el buey solo bien se lame, él que era manso como una oveja, ahora tiene pocas pulgas y empieza a hacer contrabando hormiga —para el cual hay que tener agallas— y por supuesto no ser lerdo como una tortuga porque sino pasa por mixto. Y él, que al principio parecía un mosquita muerta, se va haciendo escurridizo como una anguila y termina al fin en tigrero. Se dice que el que no sabe, es un burro. Pero ahora, sabe y no acierta. Entonces es burrero, y tiene mala pata y se cabrea, pero es más cargoso que una mosca en verano con eso de chuchos y sigue haciendo sapo y lo dejan pato. Pero él insiste y se le aparecen los pájaros de mal agüero, los lechuzones, que le dicen que la acabe con ese caballito de batalla, que vaya a otro perro con ese hueso, pero él no tiene cola de paja y aunque los lagartos le sacan el cuero, no le importa un cuerno y llega a piojo resucitado, y se hace el monigote con tantas monadas y se consigue una gacela muy mona que era una vampiresa y tenía amigos mariposones y la saca a pastorear con su ratón y se hace el tórtolo y la acaba en cónyuge. Sobre las diez de última, estira la pata. Y una vez muerto, canta para el carnero. DINAMIS • Nº 38 • NOVIEMBRE DE 1971 Nota acerca del autor: "Fue secuestrado por elementos del terrorismo de estado el 1 de junio de 1977, quienes se lo llevaron ilegalmente de su lugar de trabajo: la Escuela Nacional de Educación Técnica No. 25 "Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán", en la calle Saavedra del barrio de Once, donde el poeta prestaba servicio de preceptor con el cargo de subjefe."© Escritores.org. Contenido protegido.https://www.escritores.org/biografias/156-roberto-jorge-santoro |