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crónicas del siglo pasado

periodismo y gobierno
PERIODISMO Y GOBIERNO
EL OJO DE LA CERRADURA
El cúmulo de informaciones que se vierte en diarios, revistas y otras publicaciones recorre, antes de llegar al lector, un verdadero laberinto.

Cómo se gestan las noticias oficiales
Todos los días, minutos antes de las 7 de la mañana, Constantino Artenga se adueña del despacho presidencial en la Casa Rosada. Igual que desde hace veinte años (y en esto heredó a su padre, ordenanza también), consuma un rito que parece intrascendente: deposita sobre la mesa de trabajo de Juan Carlos Onganía todos los diarios capitalinos. Desde el 29 de junio de 1966, cuando Arteaga reaparece —una hora después— con una taza de té con leche y un plato de tostadas, Onganía ya está absorbido en la lectura de las notas editoriales, las denuncias de anomalías y las "cartas de los lectores".
Es el modo escogido por el presidente para dar cumplimiento a la curiosa función de "reemplazar al Parlamento” que le endilgó a la prensa no bien asumió su investidura. En consecuencia, una profusa batería de lápices de colores y un diminuto bisturí, le sirven para subrayar y recortar minuciosamente los artículos que le importan y armar un imaginario "diario de sesiones".
Aunque Onganía no comulga con la doctrina de los Gainza Paz, un viejo hábito familiar hace que la lectura comience, invariablemente, por el matutino La Prensa. Sesenta minutos después, Ricardo Dold, su yerno y secretario privado, se ocupa de derivar el paquete de recortes a una oficina especializada, dependiente del abogado Roberto Roth, subsecretario legal y técnico de la Presidencia.
Entonces se inicia un doble proceso: las preocupaciones periodísticas del presidente son giradas a la órbita oficial específicamente vinculada con el problema, y ésta se esmera en elaborar una respuesta. A veces sobreviene el silencio. A ello se refirió Onganía en su catilinaria a los funcionarios, el 5 de marzo último. Otras veces, la respuesta llega antes de ser despachado el pedido de informes.
En cambio, se ignora qué destino le depara el pequeño bisturí presidencial a ese "Parlamento" representado por publicaciones como Tío Landrú, que en su primer número (junio 12) satirizó, como en las mejores épocas de sus antecesoras Tía Vicenta y María Belén, la reunión de Onganía con los altos mandos en la quinta de Olivos; título del artículo: Bonifazi citó a los mariscales - La reunión fue a nivel de mongo.
Lo cierto es que, por ahora, aquella función parlamentaria se reduce apenas al breve circuito que se pone en marcha todas las mañanas. Hubo excepciones: las dos conferencias de prensa concedidas por Onganía desde que, hace 27 meses, preside el gobierno. Además optó por citar a su despacho, en audiencias individuales, a los directores-propietarios de los diarios; más tarde, al promediar el segundo trimestre de este año, resolvió compartir su mesa, en sucesivos almuerzos, con el jefe del equipo de cronistas destacados en Casa de Gobierno, más un ejecutivo de cada uno de los diarios. Pero no quedó satisfecho, ya que nadie retomó a su despacho. "Comprendo —dijo alguna vez, con ironía— que los directores no quieran pedirme audiencia para no aparecer como oficialistas. Pero si antes de formular sus críticas, a través de los editoriales, conversaran conmigo, muchas cosas se podrían corregir”.
Ese deseo de comunicación, sin embargo, no es el que parece presidir las relaciones del gobierno con el periodismo. “Este es un gobierno incomunicado", se quejan los veteranos de la sala de periodistas del viejo edificio de la calle Balcarce. Es que, invariablemente, la información que se puede obtener allí es escasa y meramente formal. Pero los funcionarios oficiales suponen que el fenómeno es perfectamente lógico: "Ahora no hay Congreso ni partidos políticos —arguyen—; en consecuencia, toda la presión para lograr informaciones se concentra sobre la Casa de Gobierno, única fuente generadora de noticias".

¿ES PAPA EL AMO?
Quien más se nutre en esa fuente es, naturalmente, la agencia oficial Télam, dedicada, según opinó un funcionario, a "vender noticias objetivas, dentro de un sentido democrático, de respeto a los valores constituidos: familia y tradición".
Jorge A. Napp, jefe de redacción de la agencia, quien se autodefinió como social-nacionalista, explicó a SIETE DIAS de qué modo lleva a la práctica aquella sublime misión: "No somos una agencia noticiosa oficialista, pero tenemos un criterio inflexible; buscamos información constructiva. Nuestra misión es informar, no emitir opiniones. Por eso, jamás damos versiones o trascendidos”. Lo cierto es que la agencia no da cuenta de aquellos hechos que puedan empañar la imagen del gobierno.
Con todo, donde se trató de erigir un criterio orgánico para determinar cuándo una información es constructiva y cuándo deja de serlo, fue en la Dirección de Planes de la Secretaria de Difusión y Turismo. Una serie de biblioratos, caratulados Evaluación Semanal, con la advertencia Secreto, contenían la calificación que merecía en el ámbito oficial las notas publicadas en las principales revistas del país. Destinada al presidente y a sus principales colaboradores, la primera página de cada tomo ofrecía un prólogo invariable donde se indicaba que "la síntesis y evaluación calificadora de cada nota periodística responde a un trabajo previo de un equipo de especialistas. El contenido de cada articulo no trasunta un juicio totalmente objetivo, sino que normalmente es expresión de la tendencia interesada de cada publicación. En tal sentido, este Departamento, a través de los trabajos específicos efectuados, establece la orientación político-ideológica de los diversos medios de comunicación de masas más utilizados (prensa, radio y TV)". Dicha calificación admitía tres categorías: positivo, negativo, neutro.
El sistema, utilizado hasta 1967, fue desechado por Onganía. “Dejé tales resúmenes —confió el presidente— porque prefiero la subjetividad directa del periodista a la subjetividad oficialista de quien prepara la síntesis. Por eso, ahora leo personalmente todas las publicaciones".

DE LA EXPECTATIVA A LA CORROSION
Desde luego que a lo largo de los dos años y tres meses que lleva en funciones el gobierno revolucionario, la aludida subjetividad periodística evolucionó en varios sentidos.
Inmediatamente después del 28 de junio de 1966, los semanarios políticos rodearon al nuevo poder de una benevolente expectativa. Con 24 horas de diferencia (4 y 5 de julio de ese año), Análisis y Primera Plana, escogieron titulares casi idénticos para sus comentarios políticos. Una nube de incógnitas, ideó el semanario del editor Victorio Dalle Nogare; Las incógnitas de la hora cero, fue el título elegido por Fernando Morduchowicz. Su tónica, sin embargo, se asemejaba al clima de expectativa esperanzada, que otro ámbito, el sindical, también otorgó a Onganía en los primeros meses de su gobierno.
“No pongo en duda sus dotes", epigrafió el humorista Flax, en la edición del 19 de julio del 66 de Primera Plana, refiriéndose a Onganía. Ahora los prosistas políticos de ese semanario optan por la acidez. Al comentar el último viaje presidencial a Tucumán (julio 30), trataron
a ese desplazamiento de teatralada: “El sistema elegido favorecía la teatralidad; la descomunal mesa de la Legislatura, trasportada ex profeso, permitía que más de 50 personas por tumo se sentaran en su torno". Y más abajo: “Mientras la comedia llegaba a su apogeo (...) a 1.200 kilómetros de Tucumán, en la Capital Federal hervía la caldera de los rumores".
Resulta evidente que los actos del gobierno, en lugar de satisfacer las expectativas de la primera hora, parecen favorecer, por el contrario, el ejercicio del humor corrosivo de los comentaristas. El poder, todo el poder, satirizó sobriamente Análisis desde la portada de una de sus últimas ediciones; y en el comentario de actualidad, remataba: "...el presidente Onganía 'gobierna'; a su manera, pero gobierna (...). Dicen que Onganía es más paciente que Job. Es de esperar que no sufra como el patriarca".
En cambio, la revista Panorama, que desde el 25 de junio último dejó de ser mensual para adoptar la frecuencia semanal, escogió como centro de sus dardos al equipo económico y a la oposición liberal.
Pero es por el lado de la prensa embanderada con divisas partidarias donde la agresividad titulera se despliega a todo vapor: Cambalache en la Rosada, estampó la hoja socialista La Vanguardia; el semanario nacionalista Azul y Blanco, por su parte, apeló al vaticinio. Su último titular rezaba: Intrigas: Lanusse próxima víctima. Los radicales, parapetados en el quincenario Inédito, imaginaron el autogolpe de Onganía.
Entre los semanarios de actualidad, el que se mantiene en una línea de apoyo irrevocable al gobierno es Confirmado. En este caso, el talento satírico de sus redactores se vierte hacia adentro: Boletín Oficial, consigna un cartel que preside la redacción.
A su vez, la guerra entre semanarios se manifiesta, preferentemente, a través de pequeñas insidias, de zancadillas que los jefes de las páginas políticas se asestan elegantemente. Celos de esa estirpe mostró Confirmado (Nº 169, 12 de septiembre), al pretender retacear importancia a la exclusiva y completa trascripción de un plan político puesto a consideración de Onganía, que SIETE DIAS insertó en su Nº 70. Confirmado, en efecto, había resumido parte de sus considerandos, a los que adjudicó carácter editorial. Una acabada ratificación de su pensamiento oficialista.

LA INFORMACION Y COMO LOGRARLA
Veinticinco años atrás, cuando los sistemas de comunicación, en la Argentina, eran mucho menos complicados, el entonces presidente Ramón S. Castillo se encargaba de suministrar, personalmente, información al periodismo. Había inventado un procedimiento curioso: cuando daba a conocer una noticia y revoleaba ostensiblemente su cadenita de oro, ello significaba que lo que estaba diciendo era falso y se trataba de una versión lanzada a modo de “globo de ensayo".
Las cosas han cambiado, obviamente. Hasta llegar al último eslabón trasmisor, que son los periodistas, la información recorre previamente un complicado laberinto. Para echar a volar globos de ensayo, versiones o, simplemente, adelantos de noticias (lo que la jerga periodística llama primicias), la simbología inventada por Castillo ya no sirve. Ahora existen usinas especialmente diseñadas para producir esa rara especie, tan cara al periodismo moderno. Hace cuatro semanas, desde el propio Comando en Jefe del Ejército emanó la versión del alejamiento de Julio Alsogaray. Publicada a todo ancho de página en el vespertino La Razón, la noticia movilizó al periodismo. Cuando el todavía director de Prensa de la Presidencia, Enrique Nores Bodereau, fue asediado por los habitantes de la Sala, apeló a la muletilla de moda: “No tengo ninguna información al respecto". “La información no había recorrido su ciclo —se justificó después, ante SIETE DIAS—; por lo tanto, yo no la podía. suministrar a la prensa. Los hechos que nosotros informamos son exactos. Aquí no se tienen en cuenta las versiones”.
Sin embargo, un veterano cronista de la Casa Rosada reconoció que "muchas veces son los propios funcionarios los que lanzan la versión, con miras a medir su impacto una vez publicada". Un resabio indudable de la cadenita de Castillo.

YO ME ABURRO, TU TE ABURRES, EL SE ABURRE
Para Lino Palacio, quien firma sus dibujos políticos en Primera Plana con el seudónimo de Flax, '‘este es el momento político más aburrido que viví en mi larga vida. Uno ahora está un poco a la expectativa, los temas no vienen con tanta facilidad como en otras épocas”.
Otro inventor de antídotos para el tedio, Juan Carlos Colombres (Landrú), consumó varios experimentos para dar con un humorismo adaptado a la época. Así, en sus primeros números, el semanario Tío Landrú omitía cuidadosamente el nombre de Onganía, reemplazado por el de Bonifazi. Pero en las últimas semanas el presidente comenzó a ser llamado por su nombre y, además, es tema frecuente de caricaturas. “Como teníamos el antecedente del cierre de Tía Vicenta —explicó Colombres a SIETE DIAS—, comenzamos a ensayar con los chistes para ver hasta dónde se podía llegar. Hoy puedo asegurar que todavía no lo sé. La risa no se puede prohibir; siempre me acuerdo de una frase española: la risa nos diferencia de los animales; no sea animal, ríase”.
Esa turbia imagen del gobierno, que desorienta o aburre a los humoristas, es precisamente lo que motivó, entre otras cosas, el alejamiento del ex director de Prensa Nores Bodereau. "Hay información, falta comunicación”, se quejó, a las pocas horas de abandonar el cargo.

_____recuadro en la crónica______
FRISCHKNECHT Y LA TENTACION DE LA LIBERTAD
Federico Frischknecht, un contador público de 38 años, es el funcionario encargado de manejar la polea trasmisora de la información política más importante del país: la de la Presidencia de la Nación. El cargo no es meramente administrativo. Desde su ascenso a la Secretaría de Difusión y Turismo, FF ha sido protagonista de algunos sonados casos políticos que, curiosamente, siempre se definieron a su favor. En agosto del año pasado, hasta Julio Alsogaray debió inclinar sus banderas ante el contador, con motivo de unas declaraciones que el comandante juzgó lesivas para las Fuerzas Armadas.
En aquel momento, SIETE DIAS (N° 13) informó que el gobierno había sido blanco del primer planteo de Alsogaray. Frischknecht, empero, surgió indemne del entredicho y ante la opinión pública apareció como un protegido de Juan Carlos Onganía. Ahora, muchos opinan que tampoco será pacífica su convivencia con el nuevo comandante, Alejandro Lanusse, y vaticinan su próximo desplazamiento. De todos modos, el contador no parece inquietarse por los rumores. La semana pasada se sinceró ante SIETE DIAS para reiterar muchas de las actitudes antisolemnes que le valieron una cierta fama de impetuoso play boy, desmesura incompatible, según sus enemigos, con la imagen de imperturbable serenidad que ofrece el actual gobierno.
SIETE DIAS: Se dice que usted tiene el mismo poder que Apold.
FRISCHKNECHT: Eso es una barbaridad. En su época, Apold llamaba a los diarios y les dictaba los titulares. Si a mí se me ocurriera hacer lo mismo, los periodistas me tirarían por una ventana. Hay una intencionada confusión. Como yo manejo las 36 radios que posee el Estado, se piensa que mis poderes son muy grandes. Pero yo, por mi cuenta, no decido nada; siempre debo rendirle cuentas al presidente.
SIETE DIAS: ¿Cómo se procesa la información en la Casa de Gobierno?
FRISCHKNECHT: Nosotros damos a publicidad las leyes, decretos y actividades del presidente. En el gobierno hay pocas cosas que permanecen en secreto, salvo las relacionadas con la seguridad.
SIETE DIAS: Parecería que hay incomunicación entre los altos funcionarios y el periodismo.
FRISCHKNECHT: Ocurre que a este momento político le falta el ingrediente de otros gobiernos, como el Congreso o los partidos. Si antes se distraía a la opinión pública con anécdotas, con el chimento y el palabrerío, ahora nosotros tratamos que se acostumbre a valorar hechos reales. Esa es una de las razones, pero hay otras. En general, el funcionario de este gobierno es nuevo y antes de responder a un cuestionario debe enterarse de lo que está pasando en su repartición. Y al no dominar bien su tarea, tiene miedo de opinar o no está acostumbrado a tener trato con el periodismo.
SIETE DIAS: Pero los funcionarios de este gobierno llevan ya dos años.
FRISCHKNECHT: No todos. Yo, por ejemplo, tardé seis o siete meses en entender lo que pasaba en mi secretaría.
SIETE DIAS: Algunos sectores opinan que al gobierno le falta imagen, y lo responsabilizan a usted.
FRISCHKNECHT: En épocas de proselitismo, la actitud de los gobiernos es distinta a la nuestra: se tiende a hablar, a mostrar. Cuando no hay inquietudes proselitistas, esa tarea desaparece. Ahora hay una ausencia total de propaganda oficial. No nos interesa inventar; lo que nos importa son los hechos.
SIETE DIAS: Sin embargo, eso no se nota; en general se piensa que falta información. Por ejemplo, el gobierno nunca explicó claramente qué es el tiempo social y nadie sabe muy bien qué significa.
FRISCHKNECHT: Sucede que los grandes temas son difíciles de entender para la masa. No es tan fácil definir el tiempo social. Se ha dado una idea general, pero nada más. Hay que especificar bien cada idea. No creo que repetir mecánicamente “el tiempo social es bueno” sirva para algo. No se nos puede exigir todo de golpe. Dentro de un tiempo van a mejorar muchas cosas en mi Secretaría.
SIETE DIAS: Se comenta que usted está más preocupado por el turismo que por la difusión.
FRISCHKNECHT: Yo le dedico al turismo dos horas semanales. En cambio tengo una reunión con el equipo de prensa todos los días. Esa es una crítica mal intencionada. A partir de ahora, nos vamos a reunir todas las semanas con los periodistas y les voy a explicar los lineamientos generales de la política estatal, no para que se publique, sino para que cada uno tenga una visión clara del gobierno.
SIETE DIAS: ¿Usted cree que la prensa escrita tiene mayor libertad que la radio y la televisión?
FRISCHKNECHT: La prensa escrita no tiene ninguna reglamentación. En cambio, sí la tienen las radios y la televisión. Yo no sé si este estado de cosas es positivo o no, lo que sé es que estas leyes tienen vigencia desde 1957 y nosotros no tenemos intención de cambiarlas.
SIETE DIAS: ¿Usted es un hombre fuerte dentro del gobierno?
FRISCHKNECHT: Si hay un hombre inseguro, por carácter, eso soy yo.
SIETE DIAS: Pero usted no parece inseguro.
FRISCHKNECHT: Eso es lo que usted cree. El presidente es parco en elogios; uno nunca tiene toda la verdad.
SIETE DIAS: ¿Cuáles son los límites entre la libertad y el libertinaje?
FRISCHKNECHT: La escala de valores de la sociedad. La nuestra es cristiana, y debemos respetarla. El problema, además de ser de derecho, es ético. Acá se hace un uso razonable de la libertad. Lo que importa es resistir a la tentación de la libertad, una de las más difíciles que puso Dios en nuestras manos.

Revista Siete Días Ilustrados
23.09.1968

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