Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado


policia federal


NECESITAMOS UNA POLICIA FEDERAL
La posible creación de la confederación policial es el primer paso hacia uno eficaz defensa de nuestro orden social.

POCO después de cumplirse un año desde el día en que el Poder Ejecutivo concretara su iniciativa de hacer considerar por autoridades federales y provinciales la probabilidad de orientar en forma orgánica la represión de las actividades antiargentinas, en una conferencia que tuvo efecto en esta capital, se ha realizado en Tucumán la tercera reunión de delegados, reunidos con el propósito de crear las normas técnicas destinadas a orientar esa común acción. Tanto las indagaciones de una comisión especial parlamentaria — a la que acontecimientos políticos recientes acaban de desintegrar virtualmente — como la paciente labor desarrollada a ese respecto por el ministerio del Interior, han probado que es imperiosa la necesidad de estructurar un organismo cuya función primordial sea reprimir enérgicamente en todo el territorio del país la disimulada prédica de los agitadores profesionales. Se trata de la defensa de nuestras instituciones, a las que se ataca en el campo propicio conformado por la inseguridad del presente y la ignorancia del porvenir, originadas en la sombría tragedia que asuela el mundo.
Lástima grande que en las dos primeras conferencias no se dispusieran ya medidas directamente encaminadas a coordinar los servicios policiales de la Nación y de las provincias para lograr en principio esa finalidad. Pero había cautela y reserva en los delegados; se presumían intenciones inconfesadas, y al final sólo se concretaron vagas aspiraciones y ponencias sin finalidad práctica.

RESERVAS POLITICAS
Los delegados provinciales que concurrieron a esas reuniones llegaron con su buen caudal de reservas y con mandatos limitados. Se recordaba que un buen día las cámaras de la Nación habían sancionado una ley de unificación de impuestos internos que aparentemente sólo estaba destinada a resolver problemas financieros y que posteriormente a su ratificación fué la causa de un cercenamiento de las autonomías. Otra invasión económica del poder central, la centralización del impuesto a los réditos, había levantado también indignadas protestas. Y lógicamente varios delegados, después de una revisión panorámica de esos antecedentes, resolvieron que la parcial ingerencia de la Nación en cuestiones policiales de las provincias era el anticipo de una nueva campaña contra las autonomías, orientada esta vez al aspecto político... Por eso nada se resolvió, y en la segunda conferencia Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos sólo aceptaron la vigilancia de la frontera por la Gendarmería Nacional como única participación del poder central en la policía de las provincias.
Los delegados olvidaron que un estudio taxativo de cada ponencia podía limitar la acción del Poder Ejecutivo a la exclusiva finalidad que se proponía de tan grande beneficio para toda la Nación. También olvidaron la legislación comparada. Y aquí viene un recuerdo oportuno.

COMO NACIO LA POLICIA FEDERAL EN ESTADOS UNIDOS
Innumerables cintas cinematográficas nos han narrado el fantástico incremento de la delincuencia en Estados Unidos durante los años de vigencia de la ley Volstead, que prohibía el expendio de bebidas alcohólicas, y los desmanes paralelos contra la sociedad de las organizaciones criminales que la infringían. La falta de unidad de los cuerpos legales de los distintos estados conspiraba contra una eficaz represión de esos delitos, y los criminales estaban a salvo con sólo transponer las fronteras del estado en que habían delinquido.
Se consideró el problema con un criterio eminentemente práctico, y a partir del 1935 los fiscales del crimen comenzaron a hablar de los delitos de carácter federal; es decir, de los que por su trascendencia social debían ser reprimidos por el gobierno central, tales como los secuestros, asaltos a bancos federales y otros que conmovían hondamente la tranquilidad pública.
Dado el carácter de esos delitos, fué creada una justicia especial, de carácter federal, para unificar normas tendientes a su rápido y ejemplarizador castigo. Y los jueces, como es natural, tuvieron necesidad de manejar agentes encargados de hacer cumplir sus mandamientos e investigaciones.

LOS “G-MEN”
Lentamente se fué creando así una policía federal, que primero tuvo autoridad y después armas para perseguir a los delincuentes. Preocupó entonces el problema político, y para impedir que esos agentes se inmiscuyeran en actividades ajenas a su función específica, se les seleccionó con extraordinario cuidado, evitando así los rozamientos entre el poder central y los estados. Los hombres del gobierno —“G-men”, como se dió en llamarles — han llegado a constituir el cuerpo policial más escogido de Estados Unidos y quizá del mundo entero. Todos ellos han cursado estudios universitarios, y antes de incorporarse a las brigadas son sometidos a minuciosos exámenes físicos, morales e intelectuales.
La acción de los “G-men” fué de instantánea eficacia. Famosos delincuentes como Al Capone y otros, autores de horrendos crímenes, pudieron ser condenados porque la policía federal, sin comprobar sus delitos mayores, cuyo juzgamiento correspondía a las judicaturas estaduales, llegó a establecer que habían eludido el pago de impuestos de carácter nacional. La ola de delincuencia ha pasado, y ahora los “G-men" se dedican a la persecución del espionaje y de las actividades antisociales.
Si los Estados Unidos de Norteamérica, con una organización institucional y financiera variada que proporciona perfiles propios a cada uno de ellos, manteniendo inalterables las reservas de sus derechos con respecto al poder central, cuenta con una policía federal cuya eficiencia ha sido ampliamente comprobada frente a problemas como el que nos preocupa, ¿por qué hemos de carecer nosotros de un instrumento análogo?

LA CONFEDERACION POLICIAL
En la reciente conferencia de representantes federales y provinciales de Tucumán ya se ha cubierto la primera parte del caminó que seguir para el cumplimiento de esa importante finalidad, al aceptarse en principio la necesidad de crear una especie de confederación policial encargada de la vigilancia, prevención y represión de las actividades antiargentinas. El posterior cumplimiento de esta ponencia permitirá el establecimiento de un organismo, con sede en esta capital, y delegaciones en cada provincia. Al mismo tiempo que se hará posible el intercambio de informaciones, acerca de movimientos sociales contrarios a nuestras instituciones, se llegará a una coordinación de los procedimientos judiciales, administrativos y policiales, tendientes a la represión de esas actividades.
Como es natural, el tratado en cuestión, a firmarse por la Nación y las provincias, deberá ser objeto de una ratificación legislativa, y entonces no deberá olvidarse que la actual organización de la justicia federal puede ser un eficacísimo colaborador en la tarea de la pacificación social.
Y si pudiéramos desligar las cuestiones políticas de esa gestión administrativa tan importante, deberíamos aspirar a que en un futuro próximo también nuestro país tenga, para salvaguardar sus instituciones, un escogido cuerpo de “G-men”, valientes, honrados y de comprobada capacidad intelectual.

Revista Mundo Argentino
15.07.1942

(nota: la Policía Federal Argentina fue creada al año siguiente. Ver https://atom.mininterior.gob.ar/index.php/polic-a-federal-argentina)



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