Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

stella maris biocca
“Mi lucha” por Stella Maris Biocca A veces los cercos se rompen. No por vasallaje. No por petulancia insolente. Se rompen sencillamente porque están de más. Porque no sirven. Porque el tiempo los ha vuelto anacrónicos y porque limitan con la inoperancia. La doctora Stella Maris Biocca (protagonista del hecho universitario más importante del mes) no fue para sus alumnos ni un puño cerrado, ni un brazo erecto. No fue siquiera un dedo levantado. Fue el gesto sereno y adulto de la comprensión negada por sistema. Más allá de la anécdota —valedera o no— que sacudió a la Facultad de Derecho, la doctora Biocca representó una actitud catalizadora a la que el país no está acostumbrado. A su lado formaron, en estrecho cerco, estudiantes de todas las tendencias. No fue el estandarte de un sector. Fue una conducta que, por madura, canalizó las inquietudes de una generación. EXTRA indagó dentro del fenómeno. Estas son las confesiones de la acusada, relatadas espontáneamente ante un grabador. Así vivió y así creció la experiencia inédita —inédita en la doctora Biocca—. “¿Cómo y cuándo comenzó ese milagro de fe, en épocas en que la fe escasea? Creció durante todos estos años. Nació, creo, el día que descubrí que un espeso y alto muro de silencio, de incomprensión recíproca separaba a los alumnos de los profesores. Nació el día que advertí que el muro podía oradarse, voltearse. Puedo explicarlo a través del proceso de un curso de este año, del otro, uno cualquiera de mis cursos. Los primeros días palpa el temor real, auténtico, de preguntar, de pedir aclaraciones, de decir «no lo entiendo». El temor de dialogar. El temor de molestar al profesor. El temor de singularizarse de ese grupo compacto. El temor de ser uno entre todos. El temor de que a nadie le importa que uno es simplemente uno. No es fácil vencer la resistencia que ofrecen la suma de estos temores. Muy despacio uno siente que los alumnos tantean cautamente si lo que uno les propone es auténtico. También temen el desengaño; luego apunta la seguridad; entonces hay que afianzarla, si puedo dedicar un tiempo para cada uno cuando algo no se entiende. ¿Cómo comenzó? Primero fueron largas esperas de los alumnos en la sala de profesores y en los pasillos, luego los pedidos verbales, por fin, instrumentando un expediente, el pedido de que los profesores que integraban la cátedra a mi cargo se constituyeran en tribunal examinador, y luego otro hecho mucho más grave aún, el sumario Nº 697.854/72 instruido ante un caso de delegación de funciones por parte de un profesor. En suma, un pedido insistente para que se cumplan las funciones. (Porque el ejemplo de ese cumplimiento es la primera y elemental enseñanza que debe brindar un profesor a sus alumnos.) Así comenzó el proceso que extrañamente se traduce en sanciones, en juicio académico para mí, que pretendía, en definitiva, la misma rigurosidad en la aplicación de las normas para los profesores como para los alumnos. Y luego los hechos... Si, pero hay algo más asombroso, la actitud firme y unánime de los alumnos repudiando las sanciones a mi aplicadas, el apoyo a mi conducta docente, a mi sistema de enseñanza. Cada alumno comienza a presentar su individualidad diferenciada, si puedo quedarme en un pasillo y explicarle cuanto necesite. Ya está oradado el muro, las clases son más ágiles, las preguntas se cruzan rápidas, los juicios se suceden, y sin embargo no se ha perdido tiempo; la avidez del alumno se encauza, hay un programa a cumplir y se cumple. El interés es cada vez mayor, se sienten ya útiles, ya pueden ofrecer sus soluciones. Suelen estar en contra de alguna de las soluciones que yo propongo en la materia y, esto es lo maravilloso, lo dicen, fundan su desacuerdo, piensan, no se imponen doctrinas. Pensar es lo esencial. Yo quiero que mis teorías y enseñanzas se compartan libremente. Están ahí. Los siento felices. Estudiando con mayor ahínco, porque tienen responsabilidad individual. De pronto todos aquellos acontecimientos del comienzo (sanciones) me hieren y los alumnos se apretan a mi lado y se unen más allá de sus ideologías. El milagro de fe. No importa lo que pierdan si gana la justicia. Si esto es lo que de repente despierta el asombro. Pero sabemos más que nunca que pensar es estar vivos ...Estudiaba en la biblioteca; yo no trabajaba. Terminé la carrera de abogacía en dos años y nueve meses. Había, en aquella época (1957-58) una premisa. La Facultad era un lugar donde se concurría para estudiar. Fue realmente un lema generalmente aceptado en derecho. No había cursos sino clases de tipo magistral. Esto de alguna manera influyó para acrecentar el distanciamiento entre alumnos y profesores; nosotros veíamos a los profesores como seres de alguna manera inalcanzables; eran juristas, estaban muy lejos de nuestros rudimentos de estudio; yo no critico, en realidad, aquella manera de enseñar, no lo critico porque a mí me enseñó para hacerme sola y esto no siempre es negativo. En mi caso me hizo muy fuerte. Aguzó la facultad de buscar por mí misma las fuentes de conocimiento. Luego me casé. Nació mi hijo. Estuve por eso lejos de la Facultad unos meses. Luego se abre la carrera docente; por primera vez se organiza y se reglamenta la carrera docente. Se ingresa por concurso en una cátedra. Yo ingresé en la cátedra con la doctora Argúas, preparé varios trabajos, daba las clases reglamentarias. En varias oportunidades di Las clases de la doctora Arguás, quien solicitaba a las autoridades que yo diera esas clases mientras ella realizaba sus giras por el exterior. No tuve ningún tipo de problema con el alumnado. Pero de alguna manera había una cierta hibridez, una cierta asepcia en todo lo que se hacia que me chocaba. No tenía muy claramente la idea de cómo podía modificarse ese estado de cosas, pero ya percibía una disconformidad del alumno frente al método de enseñanza. A medida que pasaba el tiempo, 63, 64, 65, esa diferencia de método era cada vez más notable. Por un lado, un grupo de profesores disconformes intentaba modificar, acercándose al alumno para dialogar, distintas cosas. No sólo problemas estrictamente jurídicos, sino también otros problemas. Advertimos, por cierto, una crítica muy silenciosa del alumno porque los profesores no los ayudábamos a ver los problemas y el enfoque de los problemas, y que esto lo hacíamos por una actitud extremadamente cauta, algo así como “hacer política no es bueno’’. De todas maneras una puede tratar de imponer el método o sistema político del que cada uno participa, ir con una cartilla y desprevenidamente meter en el alumno esa cartilla. Otra manera puede ser discutir los distintos problemas. Ocurre un hecho detonante. No se puede estar callado o marginado. Los alumnos quieren saber quién es la persona que los dirige, qué les enseña, qué opina y cómo ve los problemas, quiere saber si la conducta de sus profesores está fundada en normas o si, por otro lado, se dejan las normas por razones que pueden ser políticas. Luego me aboqué a un método de enseñanza porque creí que era el primer escalón. El primer escalón es enseñar a pensar, dejar que busquen las soluciones y que se hagan las críticas. Que el alumno deje de ser el repetidor de teorías ajenas, que se cree un tríptico, a la vez más profundo, que las distintas posiciones o tendencias jurídicas que se les explica. El estudiante tiene necesariamente que tener un papel activo en la enseñanza. No puede ser un mero receptor: esto es lo que yo quise modificar y modifiqué en mi curso. Y desde luego esto va a permitir que se pueda hacer un juicio crítico y profundo de los problemas nacionales sin caer en la politiquería. En el no porque no, no porque no me gusta. Porque lo dijo fulano o mengano. Yo sé que no soy la única profesora que está en esta posición, y de alguna manera salí allí de frente. Modifiqué las cosas. Obtuve de ellos una atención más inmediata. Hace dos años que me dedico casi exclusivamente a la Facultad y lo hice porque no estaba muy contenta con el papel que jugaba mi generación. Entendí que todos protestábamos, pero nadie había hecho cosas muy concretas, me refiero a la generación mía. Yo quería hacer algo muy concreto: primero una universidad distinta, muy dinámica, mucho más metida en la realidad. Yo realmente no quiero una universidad como la actual para mi hijo. Esto sé que va a parecer como una crítica a autoridades y esto siempre molesta. Pero no es una crítica, yo coloco a mi hijo en el papel del estudiante, yo veo al estudiante que peticiona y no lo escuchan, que cuando actúa correctamente lo tratan como a aquellos que no actúan correctamente. Yo veo que el estudiante es dejado de lado. A veces se entiende el principio de autoridad como el principio de los oídos tapados. Yo quiero una universidad donde mi hijo se sienta un individuo. No donde se sienta un conjunto, uno en el montón. Mí posición puede ser muy criticada, puede estar llena de errores, pero también sé que hice una tentativa que dio frutos, que debió observársela y enjuiciársela. La manera no era terminar abruptamente con esto’’. Revista Extra 11/1972 (Nota MR: acerca de Stella Maris Biocca, resumen en Gemini: Stella Maris Biocca es una abogada, Doctora en Ciencias Jurídicas, docente y académica especializada en Derecho Internacional. Destacados de su trayectoria y actividad: Formación y Grados: Es abogada y Doctora en Ciencias Jurídicas. Docencia Universitaria: Es Profesora Titular de la asignatura Derecho Internacional Privado en varias universidades, incluyendo la Universidad Abierta Interamericana (UAI), la Universidad Nacional del Sur, la Universidad de Morón y la Universidad Católica de Salta. También fue Directora del Doctorado en Derecho Internacional y Directora de la Maestría en Derecho del Comercio Internacional, ambos en la Universidad Abierta Interamericana. Ámbito Judicial: Ha sido Juez de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial, y Presidenta y Vicepresidenta de la misma, en el Departamento Judicial de San Martín. Asociaciones: Fue Presidenta de la Asociación de Magistrados del Departamento Judicial de San Martín (1995-1997). Es Miembro de la Asociación Argentina de Derecho Internacional. Publicaciones: Es autora de obras como: “Globalización y Regionalismo” “Lecciones de derecho internacional privado; parte general” (1990) “Sociedades extranacionales y multinacionales” (1974) Temas de Especialidad: Ha brindado conferencias y entrevistas sobre temas como: Globalización y Regionalismo. Aspectos institucionales, constitucionales y políticos de los acuerdos con el FMI y los organismos de crédito internacionales. El impacto del endeudamiento externo. El problema de las calificaciones en Derecho Internacional Privado. El interés superior del niño." Resumen solicitado en IA Gemini, 10/2025)


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